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Hola...Dios

El viaje no había sido malo. Algo de turbulencias a la hora de aterrizar, pero no se había hecho demasiado largo. Al menos no en comparación con lo que aún quedaba por llegar. La única cuestión que encontró imperdonable fue la ausencia de esos cacahuetes con miel que le hacían casi alcanzar el orgasmo. Tras un desembarco sin incidentes, por fin llegó al destino al que se le dijo que sería enviado. Él, simplemente, lo acató sin más, sin mostrar sentimiento alguno. Era una de sus cualidades. Pasaba bastante desapercibido en casi cualquier situación. A veces, en el bar que frecuentaba, solía observar a un tipo callado que bebía en la barra junto a él. Cayó en la cuenta de que habían podido pasar años bebiendo juntos en el mismo bar, en la misma barra y sólo sabía de él su mote, Big Bang, y la certeza de que era algo así como su alma gemela. En cierto modo lo admiraba, pero sin reminiscencia homosexual alguna. Pero todo esto es otra historia que por frivolidades y exquisiteces de su mente recordó paseando.

Justo a la salida del aeropuerto, un enorme cartel de neones fucsia y turquesa rezaba: “Welcome. This is Heaven”. Lo primero que le extrañó fue el hecho de que el cartel de bienvenida estuviese escrito en inglés. No sabía bien por qué, pero esperaba otra cosa. Quizá tenía demasiado idealizado el pensamiento de que un ángel rubio le recibiría tocando el arpa envuelto en las mejores sedas.
Tras cerca de una hora de camino por el arcén de una especie de carretera secundaria enmarcada en lo que supuso sería un vertedero (las toneladas y toneladas de basura así se lo hacían creer) topó con una pequeña caseta que encontró similar a los peajes de carretera de cuando aún habitaba abajo. Fue entonces, unos metros antes de llegar a la caseta (en cuyo panel frontal se sostenía un austero “Administration”) cuando comenzó a pensar la razón por la que estaba allí arriba y todo lo bueno o malo que ello conllevaba. Palpándose la cara, notó como una enorme entrada de bala sobre su ojo izquierdo daba una nueva configuración al rostro que él siempre había conocido. La sensación, como era normal en él, ni le agradó ni le disgustó, de la misma forma en que su reacción exteriorizada no supuso alteración alguna en su nuevo espejo del alma particular. Aún así, pensó para sus adentros que, aún por simple costumbre, prefería su anterior aspecto.
Asomándose a la ventanilla de la administración, encontró un peculiar ángel (lo que le hizo pensar que quizá él mismo era ya uno de ellos) para su equivocada y mal concebida idea de lo que todo aquello llevaba consigo. El funcionario, cuyas rastas ocultaban parte de su cara, se entretenía rellenando un crucigrama con las piernas cruzadas sobre la mesa del pequeño despacho. Sin levantar la vista, un “Y tú, ¿quién demonios eres?” salió de su boca segundos después de dar un sorbo a una lata de Coca-Cola Light.
Joder, hasta en el puto cielo reinan las multinacionales, pensó.

- Bueno, si realmente soy quien supongo que soy, y estoy donde supongo que estoy… ¿no deberías saberlo? Tus rastas son muy profesionales, por cierto.
- No apareces en las fichas. No hay información sobre ti.
- Bueno. Veamos…. ¿estoy muerto, no?
-Mmmmmm…. Sí, supongo que sí. Es difícil llegar hasta aquí estando vivo.
- Entiendo. ¿Eres un ángel, no? ¿Podrías al menos taparme este incómodo boquete?
- Ten. Imagino que esta tirita servirá.

Continuará… (o no)

Wao.


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