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Rebobina.

Rebobina.

-Dale otra vez para atrás, joder.
-¿Qué coño te pasa? No seas gilipollas. Ahí no hay nada.

Rebobina.

-Te digo que arriba a la derecha sale una mancha negra. ¿Qué cojones es eso? – La voz de Rob tenía un tono a medio camino entre el enfado y la sorpresa.

Minuto 73:21. Una vieja cinta VHS en un viejo video Sony. La película, una producción en blanco y negro de origen canadiense de 1959, mostraba a un joven con un mono de trabajo y botas camperas hablando con una señora mayor. Se encontraban en el porche de una casa en una granja en algún pueblo de Texas. Él sostenía una taza de café con la bandera de los Estados Confederados. Por la radio se escuchaba una vieja canción de amor mexicana. Él era el típico mecánico de taller pobre e inculto. Ella la típica madre de la típica niña rica y rebelde. Probablemente, estarían discutiendo.

Se mostraba al protagonista. Se mostraba a la antagonista. Se mostraba un escenario adecuado. Se había planteado una situación, una controversia. Había presentación, nudo y un más que probable y previsible desenlace. Tenían delante de ellos una película normal y corriente. Desconocida, pero normal y corriente al fin y al cabo.
Y tenían una mancha negra justo encima de la cabeza de la señora mayor. Justo encima de su pelo negro cardado. Justo por encima de la parte superior del marco de una de las ventanas de la casa. Justo en el tercer listón de madera empezando por arriba que formaba la fachada de la casa. Justo unos centímetros a la derecha de una veta en ese mismo listón. La mancha duraba décimas de segundo, casi imperceptible para el ojo humano.

Rebobina, le dijo Rob a Daisy Connors. Rebobina.

Y Daisy Connors rebobina.

Rob llega a casa de Daisy Connors una hora y media tarde. Son las seis y media y suenan las campanas del viejo reloj familiar. Ella le pregunta que si nunca va a llegar puntual. Rob habla del tráfico. Dice no-se-qué da las interestatales y comenta algo de las comarcales entre la palabra “putas” y la expresión “de mierda”. Daisy le comenta a Rob que estaba viendo una película de amor canadiense de finales de los cincuenta. Que de pronto la película ha saltado. Que supone que será del video, que está hecho una mierda.
Rob se agacha y se pone a toquetearlo. Parece seguro de sí mismo. Daisy, mientras, le mira desde el sofá, mordisqueando una tableta de chocolate blanco.

-Rebobina cuando yo te diga. – Dice Rob, con tres dedos dentro del frontal del vídeo.

El vídeo cruje, se escucha un chasquido. Esto ocurre unos segundos después de que hable Rob. Mirando a la pantalla, él dice:

-¿Has visto eso, Daisy?
-¿Qué se supone que tengo que haber visto? La peli sigue por donde yo la había dejado.

Rob mira a la pantalla. Daisy Connors mira a la pantalla. Confusión. Daisy Connors mira a Rob, aún agachado. Sorpresa. Rob se gira y mira a los ojos de Daisy Connors. Enfado. Daisy mira a la pantalla. Sumisión. Rob, finalmente, vuelve a mirar a la pantalla.

Rebobina.

-Dale otra vez para atrás, joder.
-¿Qué coño te pasa? No seas gilipollas. Ahí no hay nada.

Y Daisy Connors rebobina.

-No me creo que un paleto como tú pueda tener buenas intenciones con mi hija. – Dice la señora mayor.

Es el minuto 72:59 de cualquier película en blanco y negro.
Un joven, con un mono de trabajo azul y una taza con la bandera de los Estados Confederados trata de explicarle algo a la señora.

Minuto 73:11 de una antigua película romántica canadiense.
-Le aseguro, señora Connors, que mi respeto por su hija Daisy es máximo.

El sonido de la película está apagado. Rob y Daisy están observando una conversación muda. En alguna otra parte del mundo a unos pocos centímetros de ellos, Rob le pide a la madre de Daisy que entre en razón.

Minuto 73:21 de un universo paralelo en forma de cinta de VHS.
-Rob Hoggs, entérate: tú nunca tendrás el nivel suficiente para poder dirigirle la palabra a mi hija. Daisy no ha tenido los mejores profesores privados de todo el Estado para que acabe casada con un mecánico de coches analfabeto.

Rob dice: Rebobina.

Y Daisy Connors rebobina.

Rob llega a casa de Daisy Connors una hora y media tarde. Ella vive con sus padres, en una de las casas más grandes del pueblo. Su familia se dedica a la explotación minera. Son algo así como el motor económico de la zona. Además de una gran influencia política. Rob Hoggs, trabajador del único taller de coches en ochenta kilómetros a la redonda, sabe cuáles son sus horas de visita. Tiene que saber qué días no están los padres de Daisy y a qué hora vuelven. Tiene que saber de la afición del padre de Daisy por la caza. Tiene que saber de las citas en el Toasted Hollis de la madre de Daisy con sus amigas. Reuniones clasistas para tomar té y pastitas y hablar mal de las no presentes.
Hoy Rob ha llegado tarde en su Chevrolet Corvette del año 54. Un coche relativamente nuevo pero demasiado castigado por kilómetros y kilómetros de carreteras secundarias.
Rob aparca entre unos árboles a algo menos de un kilómetro de distancia de la casa de los Connors. Tras un pequeño rodeo, entra por la puerta de atrás de la casa de la familia, dejando a la derecha el establo. Daisy está esperando a Rob. A su amado Rob Hoggs. El encantador mecánico del pueblo.

Han pasado 72:59 minutos desde que Rob arregló el video. O quizá 72:59 minutos desde que Rob salió del trabajo.
Rob Hoggs entra por la puerta de atrás a la cocina. Huele a tarta de manzana. Entra en el salón de paredes cubiertas por papel pintado verde y lo atraviesa en dirección a las escaleras del piso de arriba. Rob conoce el camino de memoria. Suenan las campanas de un viejo reloj de pie alemán. La melodía le es familiar, pero no recuerda muy bien de qué. Ahora pueden más en Rob los instintos que la memoria.
Se detiene unos segundos mirando unas fotos en la repisa de la chimenea. Ve a una joven Daisy justo delante de la chimenea que tiene Rob justo delante.
Pasa el tiempo y sólo quedan las obras.
Y el tiempo sigue pasando, inexorablemente. Y, en algún reloj en alguna parte de ese u otro universo, se marcan las 73:13.
Daisy Connors, la niña mimada de la rica y poderosa familia Connors, baja por las escaleras con un camisón de seda que le llega por encima de las rodillas, más dejando ver que ocultando. Daisy se abalanza sobre Rob y le besa. Chocan sus labios, rozan sus dientes, sus lenguas batallan por la supremacía, por derrotar a la otra, por llegar más y más hondo en la boca de su contraria. A Daisy Connors se le baja un tirante. A Rob empieza a desabrochársele el mono de trabajo. El sucio mono azul. Dos fuerzas luchan por el poder. El borde inferior del camisón de Daisy hace rato que está a la altura de su cintura. La puerta principal de la casa se abre. Rob tiene apoyada a Daisy contra el pasamanos de la escalera. El señor Connors entra en su casa. Su mano izquierda sostiene una escopeta de caza. La escopeta tiene dos cañones. El camisón de Daisy hace tiempo que desapareció. Desapareció hace casi tanto tiempo como tiempo tiene la foto que hay en la repisa de la chimenea. La situación muestra a una Daisy deseosa, expuesta. Derrotada. El padre de Daisy Connors observa la situación desde el centro del salón. Los amantes no se percatan de su presencia. Los hechos se suceden. El padre de Daisy asiste a un espectáculo inédito en sus sesenta y cinco años de vida. El señor Connors carga la escopeta. Daisy gime. Rob Hoggs gime. En el salón de la familia Connors hay un padre derrotado. Una hija encantada de ser derrotada por su amante. Un mecánico de coches viendo uno de sus sueños cumplido.

El vídeo de Daisy marca 73:21. Daisy, agachada junto a Rob, mira el video. Rob mira la pantalla. La pantalla no muestra imagen alguna.

Y en alguna otra parte de algún otro universo, Daisy está follando con un cadáver.

Y Rob Hoggs dice, sentado en el sofá de Daisy: Rebobina.

Y Daisy Connors rebobina.

Wao.


Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! que página más XULI tienes aki monta :-D me han gustado muxas cosas de las que has escrito. A ver si me escribes algo y me lo dedicas q me gustaría muxo y algún diseño si cae también jejeje q aun quiero la camiseta!!!.

Un bexote wapi te veo x el messenge y sigue escribiendo no lo dejes ^___^

Muakkkkkkkkkkk.

Sukita

Posted by: Sukita en: 1 de Octubre 2006 a las 03:19 AM Escribe un comentario









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